La vitamina C o ácido ascórbico es un nutriente esencial para el ser humano porque carecemos del mecanismo para su síntesis, al igual que los primates, las cobayas y algunos murciélagos. El resto de los mamíferos lo sintetizan de forma natural en el hígado y de forma ininterrumpida. Las aves, anfibios y reptiles también sintetizan la vitamina C en el riñón. Los humanos no poseemos esa capacidad. Las plantas también producen vitamina C, por lo que representan una fuente importante de esta vitamina en la dieta.

La cantidad diaria recomendada de vitamina C por la OMS es de 80 miligramos y es una cantidad más que suficiente para no enfermar de escorbuto. Esta enfermedad la padecían sobre todo los marineros que se quedaban sin acceso a alimentos frescos durante mucho tiempo. Los síntomas eran el sangrado de las encías o moratones por cualquier golpe, y en pocos meses causaba la muerte.

Sin embargo, una cosa es un valor normal para sobrevivir y no caer enfermo y otra es el valor óptimo para tu salud.

Un constante déficit de ácido ascórbico es la causa de que los seres humanos padezcan enfermedades casi inexistentes en las especies que sí son capaces de sintetizar su propia vitamina C, como son la aterosclerosis, la enfermedad coronaria y el cáncer.

La pregunta es: ¿Tenemos suficiente vitamina C con los alimentos que comemos o es necesario suplementarse con vitamina C?

Bien, pues parece ser que la respuesta es NO.

LA VITAMINA C ES ANTIOXIDANTE

La vitamina C es un potente antioxidante soluble en agua. Previene muchos procesos de oxidación en las células y protege al ADN del daño de los radicales libres. Si no tomas suficiente vitamina C sufrirás estrés oxidativo y estarás acelerando el  envejecimiento de tus células. Toda enfermedad que produzca estrés oxidativo, como por ejemplo el SIDA, mejora con la megadosis de vitamina C. Cuanto más grave sea el cuadro clínico más vitamina C más vitamina C se necesita.

Lo que hace es donar y aceptar electrones del medio circundante. Esto se conoce como sistema de oxidación-reducción o «REDOX». Por eso se puso el famoso nombre comercial REDOXON® de la firma Roche, nada menos que en 1934, y que seguramente conoces.

La vitamina C es un «antídoto universal» que contrarresta muchos venenos del cuerpo.

LINUS PAULING: EL HOMBRE DE LA VITAMINA C

Linus Pauling, bioquímico y activista de la paz, ganó 2 Premios Nobel: uno en 1954 en química por su trabajo en el que describía los enlaces químicos y otro en 1962, en el que se llevó el Premio Nobel de la Paz.

Adicionalmente, Pauling abogó por el consumo de grandes dosis de vitamina C y fue uno de los precursores más famosos del tratamiento de vitamina C en dosis altas para resfriados y otras enfermedades.

Según él: «El total de síntomas asociados a la falta de vitamina C van desde alergias, anemia, amigdalitis, artritis reumatoide, arteriosclerosis, aspereza de garganta, bronquitis, cáncer, cataratas, cefaleas, diarrea, dolor abdominal, dolores en coyunturas, dolores musculares, encías sangrantes, escalofríos, faringitis, fiebre, fiebre reumática, hemorragias, hepatitis, herpes simple, infecciones agudas y crónicas, infertilidad, intoxicaciones, laringitis, malestar general, meningitis, neumonía, otitis media, resfriados, rinitis, ronquera, tos, vómitos, sarampión, hasta enfermedades cardíacas, enfermedades renales, enfermedades vasculares periféricas, enfermedades relacionadas con la edad avanzada, deterioro del sistema inmunitario y las enfermedades degenerativas del sistema nervioso».

¡Casi nada!

A pesar de ser un científico muy respetado, la comunidad médica refutó firmemente sus observaciones sobre la vitamina C porque la medicina y la nutrición no eran su campo de especialización.

Pauling decía que era necesario un mínimo de 6 gramos al día de vitamina C, unas 200 veces más que la cantidad diaria recomendada. Como dato curioso y en coherencia con sus planteamientos, Pauling ingería diariamente una dosis de 6 a 18 gramos de vitamina C al día y murió con 93 años de edad.

Según él, la vitamina C tenía poderes curativos contra el cáncer y las enfermedades cardíacas.

LA VITAMINA C Y EL CÁNCER

El Dr. Riordan realizó un proyecto de investigación que duró 15 años llamado RECNAC (cáncer escrito al revés) en que vio que la mayoría de los pacientes con cáncer tenían deficiencia de vitamina C, y especialmente aquellos que se encontraban en etapas avanzadas.

Por un lado, las células cancerígenas dependen de la glucosa como su fuente principal de combustible metabólico.

El Dr. Otto Warburg recibió su Premio Nobel en 1931 por descubrir que prácticamente ninguna célula cancerígena utiliza oxígeno para generar energía, sino que fermenta glucosa para obtener toda su energía. Es la llamada Hipótesis de Warburg.

 Y resulta que la forma molecular de la vitamina C es notablemente similar a la glucosa. De esta forma las células de cáncer trasportan activamente la vitamina C hacia sí mismas, posiblemente debido a que la confunden con la glucosa.

Bien porque las células utilizan la vitamina C como antioxidante o bien porque la confunden con glucosa,  la vitamina C se acumula en las células cancerígenas.

El Dr. Riordan fue capaz de probar que la vitamina C tiene una actividad tóxica selectiva contra las células cancerígenas, y más si se suministra de forma intravenosa.

La vitamina C frena el crecimiento tumoral porque inhibe  el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos que alimentan al tumor.

Además, al ser un antioxidante contrarresta los efectos tóxicos de la quimioterapia.

Por lo tanto:

Dosis altas de vitamina C (megadosis) ayudan a matar y eliminar las células de cáncer y  a paliar los síntomas de los tratamientos convencionales (quimioterapia) como la fatiga, náuseas, vómitos y pérdida del apetito.

LA VITAMINA C Y RIESGOS CARDIOVASCULARES

Pauling sostenía que la causa primaria de las enfermedades vasculares es la deficiencia de vitamina C, que debilita la estructura de colágeno en las arterias, dando lugar a la aparición de fisuras, en las cuales se forma la placa arterial de lipoproteína(a) como mecanismo de reparación. La placa causa con el tiempo estrechamiento arterial y trombosis.

Por lo tanto la vitamina C ayuda a dilatar los vasos sanguíneos y es necesaria para la biosíntesis del colágeno, el cual ayuda a mantener los vasos sanguíneos fuertes e intactos. Y la falta de vitamina C puede ocasionar que éstos se debiliten, lo que ocasiona síntomas de escorbuto, como sangrado subcutáneo o la hemorragia letal relacionada con el derrame cerebral hemorrágico.

La vitamina C ayuda a regular la presión arterial y reduce el riesgo de sufrir un derrame cerebral.

Además la vitamina C ayuda a reducir el riesgo cardiovascular.

LA VITAMINA C ES CLAVE PARA EL SISTEMA INMUNE

La falta de vitamina C está siempre asociada a una debilidad inmunológica.

La vitamina C ayuda a fortalecer el sistema inmune y te defiende contra virus, bacterias y otros patógenos. 

En dosis apropiadas, es un gran antiviral con capacidad para destruir muchos virus peligrosos, como la meningoencefalitis, la poliomielitis, herpes simplex, la rabia, y los virus respiratorias típicos de la primavera. Además tiene un efecto mucolítico, aliviando los síntomas típicos de catarros y resfriados.

En niños, es un buenísima forma de prevenir resfriados, catarros, otitis, asma y enfermedades propias de la infancia como la rubeola, la varicela o las paperas.

Y megadosis de vitamina C se han utilizado y se siguen utilizando para combatir muchas infecciones. El descubrimiento de la penicilina sustituyó en gran medida el uso de vitamina C, llegando como hemos llegado al uso indiscriminado de antibióticos y la consecuente resistencia que se está generando. La vitamina C podría ser una solución maravillosa como antimicrobiano “universal” usándolo en muy grandes dosis sin efectos adversos.

Lo que hace la vitamina C es que aumenta la producción de glóbulos blancos y ayuda a éstos a «tragarse» las bacterias nocivas. Cuando hay una infección las necesidades de vitamina C se multiplican hasta por 50. Así por ejemplo, para un catarro puede servir una cantidad relativamente baja de vitamina C, unos 3 gramos diarios, pero, ante una neumonía, pueden ser necesarios entre 50 y 100 gramos por vía endovenosa durante varios días para curarla.

La suplementación con megadosis de vitamina C ante la entrada de un antígeno aumenta la liberación de anticuerpos a la sangre.

La vitamina C fortalece todas las células normales no malignas y puede considerarse en gran medida el combustible con el que funcionan las células.

MÁS BENEFICIOS DE LA VITAMINA C PARA TU SALUD

Si estás estresado necesitas más vitamina C. Se ha descubierto que si no hay suficiente Vitamina C, los niveles de cortisol, la hormona del estrés, se dispara. Y al revés, tomando vitamina C haces disminuir el estrés.

La Vitamina C aumenta la capacidad del cuerpo para absorber hierro de los alimentos, por lo que es buena en casos de anemia.

Favorece la síntesis de colágeno, un importante componente estructural de los huesos, vasos sanguíneos, tendones, ligamentos y piel. Ayudan a mantener huesos y dientes sanos.

Tiene un efecto regulador sobre la insulina, beneficiando a las personas con diabetes.

La vitamina C promueve la salud ocular.Curiosidad: En el embarazo, las células no logran dividirse sin vitamina C. El feto irá tirando de la vitamina C de la madre, por lo que es muy importante que ella tenga los niveles suficientes de vitamina C para los dos. Además la deficiencia de vitamina C puede influir en el riesgo de ictericia e inflamación cerebral del bebé.

SÍNTOMAS DE DEFICIENCIA DE VITAMINA C

Algunos signos de que podría necesitar más vitamina C son:

– Sangrado de la nariz

. Sangrado de las encías (este es el primer síntoma del escorbuto)

Inflamación de las encías (Gingivitis)

. Menor capacidad de sanación de las heridas

– Menor capacidad para evitar las infecciones

. Generar moretones con facilidad

– Dolor en las articulaciones

– Cabello seco y puntas abiertas

– Piel áspera, seca o escamosa

SUPLEMENTOS DE VITAMINA C

Lamentablemente, la vitamina C que contienen los alimentos se degrada con altas temperaturas y al exponerse al oxígeno. Y por eso es necesaria la suplementación.

Como la vitamina C es soluble en agua, circula por la sangre sin problema, pero al pasar por los riñones se escapa a través de la orina. De manera que aproximadamente en 4 horas no queda nada del suplemento.

Si tenemos en cuenta que para que la vitamina C funcione como tratamiento ante cualquier enfermedad se tiene que conseguir que haya una concentración suficientemente alta en sangre y mantenerla en ese nivel hasta que la enfermedad desaparezca, la suplementación hay que hacerla de forma abundante y continua para tener éxito.

Y para un estado celular óptimo también. Aunque, lógicamente, para una persona sana la cantidad que necesite será menor.

Como tampoco tenemos depósitos de Vitamina C en nuestros tejidos, cualquier suplemento de vitamina C se debe tomar varias veces al día.

La vitamina C no tiene toxicidad, incluso cuando se toma en altas dosis y durante largos periodos. No existe la hipervitaminosis de este nutriente, y su dosis letal media es teóricamente inalcanzable. 

¿Cómo saber cuál es la dosis adecuada en caso de enfermedad?

 Por ensayo y error: la dosis óptima oral de vitamina C es aquella suficiente para producir una ligera diarrea. Porque “La tolerancia intestinal al ácido ascórbico varía en relación directamente proporcional a la gravedad de la enfermedad”.

La forma más efectiva de suplementación oral de vitamina C es la vitamina C liposomal, según el Dr. Thomas Levy, cardiólogo y experto en esta área. El motivo es que evita muchas de las complicaciones de la vitamina C tradicional o del ácido ascórbico en polvo (como malestar gastrointestinal). De esta forma permite obtener una concentración intracelular mucho mayor de vitamina C. La acción conjunta de vitamina C liposomal con bioflavonoides mejora los beneficios porque los bioflavonoides intervienen en la absorción y utilización de la vitamina C.

La cantidad necesaria recomendada va:

– En personas sanas de: de 3 a 12 gramos diarios repartidos en 3 tomas. Empezar por 1 gramo 3 veces al día, y si se va tolerando bien se puede subir la dosis hasta 4 gramos 3 veces al día, especialmente fumadores, ancianos, embarazadas y lactantes.

– Si tienes un resfriado, catarro o cuadro gripal: De 20 a 60 gramos al día repartidos en 6 – 12 tomas, según la gravedad.

– Si ya tienes alguna enfermedad más grave, es necesario megadosis endovenosa en un centro especializado.

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